“Many are invited, but few are chosen.” Does this sentence from today’s Gospel give you a chill? Maybe it makes you wonder, “I hope I get chosen for heaven.” Or maybe you question the justice in it. “If God has already invited people, why would he not choose them?” Today’s parable offers some answers.
First, we hear about a king who decided to look elsewhere when the first set of invitees refused to come to his son’s wedding and abused his messengers. “Those who were invited were not worthy to come,” he said (Matthew 22:8). Then, we see him telling his servants to go invite everyone they could find.
Look at the “worthiness” of the king’s initial invitees. They turned out to be murders, so the king probably knew they weren’t “worthy” to begin with. But that didn’t matter. Even if they had a sinful past that did not have to disqualify them. By accepting the invitation and making their way toward the banquet hall, they would have placed themselves on the path of repentance and new life. The same is true of the second group, which was made up of the “bad and good alike” (Matthew 22:10). They were not bound by whatever they had done or failed to do earlier. The same is true for us. Our worthiness is not based on whether we have done everything right. We become worthy as we accept the Lord’s invitation.
Christ invites everyone to the banquet. His light shines “on the bad and the good” and “on the just and the unjust” (Matthew 5:45). Ever and always, Christ is calling out, urging us to come to him. Everyone is called; may we all accept the invitation so that we can be counted among the “chosen” (Matthew 22:14). Let us journey into a new week of mission and ministry in Jesus’ name offering the following prayer:
Thank you, Jesus, for inviting me to your banquet! Help me to choose to live for you this day.
“Muchos son los llamados, y pocos los elegidos.”
(Mateo 22, 14)
“Muchos son los llamados, y pocos los elegidos.” ¿ Esta frase del Evangelio te da un susto? ¿Te preguntas: “Seré escogido para el Reino de los cielos?” Y si no, ¿te preguntas si será justo, diciendo: “Si Dios les invita a una cantidad de personas, ¿por qué no les escoge?” La parábola del Evangelio actual puede iluminar una respuesta.
Primero, la parábola narra que un rey, después de invitar a la boda de su hijo a un grupo de pudientes, se pone bravo con ellos cuando se niegan a asistir, y hasta matan a los mensajeros reales. El rey se da cuenta que son un grupo de malhechores y asesinos, y se decide a invitar a otros, diciendo: “Los que habían sido invitados no fueron dignos.” (Mt 22, 8). Y en seguida envía a sus siervos a invitar a cuantos puedan encontrar.
Considera cuán poco valían los primeros invitados. Resultó que eran asesinos, y es posible que el rey ya sospechaba que no eran dignos de la invitación. Sin embargo aquello era de poca importancia. Aún un pasado de muchos delitos no les rendía indignos. Por aceptar la invitación y por acercarse al banquete les fue posible arrepentirse y comenzar una nueva vida. Y lo mismo con el segundo grupo de invitados, un grupo “tanto de malos como de buenos” (Mt 22, 10). Su pasado pecaminoso — lo que hicieron o lo que no hicieron — no les rendía indignos. Y así es en nuestras vidas también. Nuestro valor no depende de una vida sin mancha y sin pecado. Al aceptar la invitación del Señor las manchas desaparecen.
Cristo les invita a todos al banquete. La luz de Jesús ilumina a todos, los buenos y los malos, los justos y los injustos. (Mt 5,45). Jesús no deja de llamarnos, pidiendo que nos acerquemos. Los llamados son todos. Aceptemos la invitación para que formemos parte del grupo de los “elegidos” (Mt 22, 14). Comencemos una nueva semana, una nueva caminata, y en el nombre de Jesús participemos todos en la misión y el ministerio de Jesús, mientras oramos así:
¡Gracias, Jesús, por invitarme a tu banquete! Ayúdame a hacer la decisión de vivir hoy por ti.
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